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Foto del escritorMayra Diaz Soriano

Y tú, ¿haces mindfulness?

¿Alguna vez habías escuchado este término? En realidad no es ninguna novedad; sin embargo, recientemente algunas corrientes psicológicas han integrado técnicas de mindfulness por sus grandes beneficios. Antes de darte todas las razones por las que deberías comenzar a practicar el mindfulness, es importante que conozcas en qué consiste para que lo puedas practicar con la perspectiva que se busca y experimentar plenamente sus beneficios.



La palabra mindfulness en español, se traduce como conciencia plena.El mindfulness es una filosofía que se desprende del budismo y se basa fundamentalmente en la meditación. A diferencia de algunas meditaciones que plantean poner la mente en blanco o dejar de pensar en el estrés, el mindfulness tiene el propósito de atender al momento presente desde una postura curiosa y abierta a la experiencia, aún cuando esa experiencia pueda ser molesta o incómoda. De esta manera, la práctica de mindfulness no pretende - al menos, no en primera instancia- relajarnos, su intención es ir más allá y ayudarnos a ser observadores del aquí y el ahora.


¿En qué me ayuda ser un observador del aquí y del ahora? La respuesta es simple: la práctica habitual de mindfulness te permite observar con perspectiva; es decir, te ayuda a tomar distancia de tus pensamientos, emociones y sensaciones para poder ver claramente el momento presente. Cuando somos capaces de adoptar la postura de observadores objetivos es mucho más probable que podamos tomar decisiones que mejoren nuestra calidad de vida. Además, el rol del observador te ofrece la oportunidad de detenerte y apreciar enteramente lo que tienes enfrente. Cuántos años se nos han pasado en piloto automático, perdiéndonos la oportunidad de disfrutar una cena familiar, apreciar la plática con un viejo amigo o, simplemente, reconocer la belleza del camino de regreso a casa.


La práctica del mindfulness, por ejemplo, podría permitir a una persona tomar distancia de su ansiedad a hablar en público, haciendo espacio a las sensaciones físicas como la taquicardia o la sudoración, así como los pensamientos “negativos” que se manifiestan (“me voy a equivocar”), para enfocar su atención en su diálogo y así poder concluir su presentación. Es posible -diría ‘probable’- que la persona no pierda del todo la ansiedad que experimenta al dirigirse a una audiencia; sin embargo, sí puede decidir tomar el control, en lugar de abandonarlo a su ansiedad y huir ante esos momentos de incomodidad.


Y, ¿cómo empiezo a practicarla? Un primer gran paso es empezar a prestar atención en esos momentos en los que normalmente pones el piloto automático. En lugar de irte con tu mente a pensar en los pendientes o en lo que harás mañana, concéntrate en lo que puedes percibir en ese momento. Te invito a tomar un baño o comer tu postre favorito, desde esta postura de observador, atendiendo a los estímulos que puedan estar por ahí, ya sea la sensación del agua o los sabores y texturas de ese postre.



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