Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos en el día a día se deben a nuestra rigidez mental. Solemos aferrarnos a que las cosas sucedan a nuestro modo y nos aterra el cambio y la incertidumbre que éste normalmente acarrea. En consecuencia, buscamos mil formas de “evitar” los cambios a toda costa, procurando mantener el control sobre los diversos aspectos de nuestra vida. Sin embargo, como sabemos - y como bien nos lo ha recordado esta pandemia, la vida y el mundo cambian constantemente y, por ende, nada se puede predecir. Ante esto, las Terapias Contextuales, y especialmente la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), enfatizan la importancia de la flexibilidad psicológica.
Una excelente metáfora para comprender las ventajas de ser flexibles - y los pormenores de no serlo- se encuentra en las palmeras. Yo crecí en Cancún, un paraíso tropical ocasionalmente visitado por huracanes. Después de un evento de este tipo, las escenas que se replican en toda la ciudad suelen ser anuncios, bardas y - sí - árboles caídos. Sin embargo, las palmeras son las luchadoras que normalmente se mantienen en pie. Al principio, pudiera resultar contraintuitivo; a comparación de otros árboles más robustos, las palmeras parecen frágiles. No obstante, al observarlas de cerca se entiende que su fortaleza es su flexibilidad, su capacidad de moverse con el viento en lugar de resistirlo. En eso consiste la flexibilidad psicológica: poder tomar la postura de una palmera frente a los huracanes que se nos presentan en la vida, aceptar los vientos y movernos con ellos en lugar de luchar con ellos e intentar controlarlos.

¿Cómo podemos ser palmeras flexibles? De acuerdo con ACT, podemos desarrollar la flexibilidad psicológica si practicamos las siguientes habilidades:
Aprende a atender con conciencia plena el aquí y el ahora.
Ten presente lo que realmente es valioso para ti; sobre todo, recuérdalo cuando se presenten tus huracanes.
Comprométete con acciones que te acerquen a lo que es valioso para ti.
Date cuenta de tus pensamientos y no los veas como verdades absolutas.
Empieza a separarte de tus pensamientos, emociones y sensaciones. No somos lo que pensamos o sentimos, somos más que lo que experimentamos.
Adopta una postura de curiosidad y apertura ante lo que se nos puede presentar en la vida, aun cuando se trate de huracanes. Dejar de controlar, darle un espacio a ese malestar para poder dedicar nuestra energía, tiempo y esfuerzo a lo que realmente importa.

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